Maximiliano Basilio Cladakis
En su libro La filosofía y el barro de la historia, José Pablo Feinmann sostiene que, en el prólogo a Los condenados de la tierra de Franz Fanon, Sartre realiza una verdadera revolución filosófica: la descentralización del sujeto europeo. El pensador y escritor argentino señala que esta descentralización es mucho más radical que la que vendrá luego, en los años ´60, con el estructuralismo, ya que el sujeto descentralizado de los estructuralistas continúa siendo el sujeto europeo; es decir, el eje del pensamiento sigue siendo el mismo. Descentralizado o no, la perspectiva desde la cual se piensa es la del europeo, la del “conquistador”. En cambio, con Sartre, habría una inversión real del pensamiento, ya que el pensador francés habla de un nuevo sujeto histórico: los pueblos oprimidos del Tercer Mundo.
En efecto, si bien Sartre no fue el primer filósofo europeo en pensar el fenómeno histórico de la colonización, sí fue uno de los primeros en hacerlo desde la perspectiva del colonizado. Hegel y Nietzsche, por ejemplo, han tratado la cuestión pero siempre desde la perspectiva del europeo, del colonizador. Por el contrario, tanto cuando escribe sobre China, como cuando escribe sobre Cuba o Argelia, Sartre lo hace exponiendo el lugar del colonizado. El texto mencionado por Feinmann es uno de los más claros."Hacéis monstruos de nosotros, vuestro humanismo nos supone universales, y vuestras prácticas racistas nos particularizan" . El “nosotros” se refiere a los argelinos, es la voz de los que no tienen voz, mientras que el “vosotros” hace referencia a los europeos. El europeo pasa a hacer el Otro y es definido por las acciones realizadas sobre el “nuevo” sujeto hablante, sujeto al que las políticas coloniales convierten en “monstruo”.
Precisamente, Sartre señala que las riquezas, tanto materiales como espirituales, de las que Europa se jacta, tienen como condición de posibilidad la explotación de las colonias. La dinámica propia del sistema colonial radica en que el enriquecimiento de la potencia colonizadora es directamente proporcional al empobrecimiento de los países colonizados. Marx sostenía que el capital surgía teñido en “barro y sangre”, Sartre va a un paso más allá: la “Civilización” sobre la que se funda el humanismo universal europeo se yergue sobre la deshumanización de los nativos. Aquí, Sartre descubre una contradicción fundamental. Los valores liberales proclamados por Europa se presentan como valores universales del género humano, sin embargo, las bases materiales de dichos valores se sustentan en el no reconocimiento de los colonizados como hombres. Por un lado, el sistema económico colonial reduce las necesidades del nativo al mínimo indispensable para que pueda vivir y seguir produciendo a bajo costo. Por otro, se realiza un proceso de domesticación sobre los colonizados para que estos no se rebelen contra la explotación. Todo acto de rebeldía o de dignificación es castigado con la cárcel, con la muerte e, incluso, con las torturas. Junto al saqueo material se impone una política de Terror que intenta anular la subjetividad de los oprimidos para transformarlos en sub-hombres, en dóciles instrumentos de las potencias.
Con respecto a los movimientos de liberación nacional acontecidos en las colonias, Sartre ve en ellos la reivindicación de la condición de hombres de aquellos a quienes esta les era negada; “(…) no es una absurda tempestad ni la resurrección de instintos salvajes, ni siquiera un efecto del resentimiento: es el hombre mismo que se recompone” . Esto implica una nueva forma de humanismo, superadora de las contradicciones del humanismo europeo. Hasta principios del siglo XX, el sujeto histórico era Europa. Los demás pueblos eran, o bien, espectadores pasivos, o bien, herramientas útiles para los europeos. Sin embargo, Sartre observa que el tercer mundo comienza a hablar su propia voz, a decir sus propias palabras; comienza, en fin, a ser sujeto de esa historia que lo negó por siglos. El alzamiento de los colonizados frente a las potencias representa la aparición de un nuevo sujeto en la Historia, el cual traerá consigo la universalización verdadera de la humanidad. En las últimas líneas del prólogo al texto de Fanon, Sartre afirma, incluso, que la Historia del hombre ya no le pertenece a Europa, sino a los pueblos oprimidos del mundo
Esto último, sin lugar a dudas, nos compete. Pues, ese futuro, en tanto argentinos y latinoamericanos, en tantos habitantes del Tercer Mundo, también puede pertenecernos a nosotros. Siguiendo a Sartre podríamos decir que la condición necesaria para ello es asumir nuestra situación en el mundo, comprometernos con ella y sentirnos hermanos de quienes comparten nuestra historia; historia de opresión y de mil miserias, pero también de esperanza, de liberación y de futuro.